miércoles, 16 de septiembre de 2015

En tu congelador

Lo más difícil es guardarme en bolsas. Plegarme adecuadamente para evitar que todas esas espinas acaben rasgando el plástico. Nadie sabe lo que me tengo que retorcer, a veces incluso me encuentro la cabeza del revés, y todo, porque no cuidan los materiales; cada vez más enclenques, cada vez más caros.
No seré yo quien reclame en el supermercado, pero a veces me termino saliendo por los agujeros.  Y para mí no hay cosa más molesta, porque no solo es ensayar la postura, o planear los movimientos, sino este dichoso dolor de cuello que por mucho que me digan, no es normal, y no soy hipocondriaca, pero no es normal…, y muchas veces, ya acoplada ¡zas! se rompe la envoltura y otra vez a empezar. ¡Eso pone de mal humor a cualquiera! Por eso, para evitar este estropicio, he acabado pinchándome yo. Tranquilo, no pienso renunciar al envase, ni se me ocurre, por mucho que esté de moda, a mi me parece una falta de respeto.
Luego, cuando por fin he conseguido adaptarme, y casi sin respirar, a la nevera, junto con las espinacas, las bases de pizza y los hielos. Y allí te puedo aguantar lo que quieras, y si además el cierre es hermético, mejor. Como te digo, lo más difícil es guardarme en bolsas, pero ya me ocupo yo, tú solo te encargas de encontrar un espacio en tu congelador.

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