sábado, 18 de julio de 2015

¡Vuela!

Uriel se aburre en la sala de espera del psiquiatra. Como en todas las primeras sesiones, cuando se trata de niños, son los padres quienes le cuentan al doctor los síntomas de su hijo. Pero, esta vez, llevan más de una hora dentro del gabinete insonorizado, y Uriel, fuera, se agota en un sillón azul.
Padece una enfermedad rara a partir de la cual sólo percibe la mitad de las cosas y de sí mismo. Al principio, pensaron que si el niño miraba sólo por un ojo, o se ponía los pantalones en una pierna lo hacía como un juego, o para llamar la atención, ya que tras recorrerse infinidad de médicos comprobaron que todos los órganos de su cuerpo funcionaban a la perfección. Pero no. Uriel vive la mitad como un todo. Ve la mitad de la televisión, escribe con la mitad del teclado de su ordenador, se come la mitad de una hamburguesa y dibuja la mitad de sus padres en la mitad de un folio. Su interpretación de una película, el argumento de un libro o la belleza pierden 180 grados de objetividad, pero es posible que ganen en imaginación. Él parece ignorar el problema, mientras me observa desempeñar mi trabajo. Perdone ¿podría darme un vaso de agua? Uriel coge el vaso por el extremo derecho y se lo acerca al lado derecho de sus labios. La mitad del agua se cae al suelo. No es fácil beber ¿verdad? No, no es fácil, -le contesto- por eso a veces usamos pajitas ¿quieres una?
 Después de ocho sesiones de 100 euros cada una, sin resultados satisfactorios, Uriel dejó de venir a la consulta. Reafirmado progresivamente en su completitud terminó volviendo loco al psiquiatra quien decidió interrumpir el tratamiento y desviarlo a un colega especializado en niños conflictivos. Nada que ver con Uriel. La última vez que le vi, antes de salir por la puerta saltando sobre su pierna derecha, me entregó un dibujo que guardé como tantos otros en un cajón. Me sonrío y me dijo ¿Sabes que con la pajita bebo muy bien?

Hace una hora, recogiendo mi escritorio he vuelto a ver el dibujo de Uriel. Se dibujaba él, completo, con sus dos piernas y brazos, dos ojos y dos manos estiradas y al lado estaba yo, también completa con mis piernas mi falda entera y mis dos pies y sobre los hombros unas alas abiertas. Debajo había escrito ¡Vuela!

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